En el bosque, el bullicio da paso a la calma cuando un Guardabosques cansado decide descansar un poco. Un Saltamontes y un Grillo vuelven a cantar; un Mosquito sobrevuela al Guardabosques, perseguido por una Rana, a la que se acerca una Zorra. Asustada, la Rana salta de lado y aterriza en la nariz del guardabosques, quien se despierta maldiciendo. Captura a la Zorra y decide llevársela a casa.
Tiempo después, llega el otoño. Tumbada frente a la cucha del Perro, la Zorra se lamenta. También debe defenderse de las palabras inapropiadas y las insinuaciones del Perro enamorado que quiere acercarse a ella, y del tormento que le infligen los tres hijos del guardabosques. Llora en sueños y sueña con transformarse en una hermosa gitana. Al día siguiente, al ver cómo las Gallinas se dejan dominar por el Gallo, la ira la invade. Llama a las Gallinas a la rebelión. Pero las Gallinas solo cloquean, y el Gallo alega que la Zorra solo quiere deshacerse de los humanos para poder devorarlos impunemente. Decepcionada, la Zorra cava un hoyo en la arena y se acuesta, haciéndose la muerta. Para asegurarse de que realmente no se mueve, el Gallo se acerca. Es entonces cuando la Zorra lo mata y luego se apodera de todas las Gallinas. Entre los gritos y golpes del Guardabosques, logra roer la cuerda. Derriba al hombre y huye al bosque.
Mientras busca una madriguera, la Zorra discute con su vecino, el Tejón, quien amenaza con presentar una denuncia; le muestra su trasero, lo que es festejado por todos los animales del bosque. Derrotado pero digno, el Tejón abandona el lugar. En la posada, el Guardabosques, el Maestro y el Sacerdote juegan a las cartas. El Guardabosques y el Maestro de escuela intercambian pullas; uno ha perdido a su prometida, el otro a la Zorra. Se separan enfadados.
Mientras camina por el bosque camino a casa, el Maestro, borracho, ve un girasol en la oscuridad, tras el cual aparece la Zorra. Creyendo ver el rostro de su prometida, el Maestro se derrumba. De repente, llega el Sacerdote, soñando con un amor de juventud que había amenazado su virtud, pero que no se había materializado. De repente, llega el Guardabosques y dispara varias balas contra la Zorra, pero solo consigue ahuyentar al Maestro y al Sacerdote.
A la luz de la luna, un magnífico Zorro se acerca a la Zorra. Le cae tan bien que le cuenta todo lo que vivió en casa del Guardabosques. Abrumado por la admiración, el Zorro le rinde un homenaje halagador, afirmando que su persona y su alma inspirarían óperas enteras. La Zorra no puede resistirse. El Pájaro Carpintero procede a la ceremonia nupcial. Un Vagabundo deambula por el bosque en busca de presas. Mientras se prepara para recoger una Liebre muerta, aparece el Guardabosques. El Vagabundo le confiesa que pronto se casará. Furioso, el Guardabosques quiere demostrar que el Vagabundo mató a la Liebre, que obviamente fue abatida por Zorros. El Guardabosques entonces tiende una trampa cerca de la Liebre. Cuando aparece la Zorra, acompañada de su marido y sus cachorros, que la olfatean con curiosidad, les advierte sobre la trampa. Mientras la pareja se abraza tiernamente, los cachorros de Zorro empiezan a alborotarse. El Vagabundo llega de repente con una cesta llena de Gallinas; el Zorro empieza a cojear y atrae al vagabundo hacia el bosque, quien cree haber encontrado una presa fácil. Deja la cesta, la sigue, tropieza y cae. Cuando regresa a su cesta, con la nariz sangrando, los Zorros ya han atrapado a sus Gallinas. Entonces les dispara, haciéndolas dispersar. Al final, solo queda la Zorra, tendida en el suelo. En la posada, el Guardabosques le cuenta al maestro que encontró la guarida de los zorros vacía. La posadera afirma saber que la exprometida del Guardabosques se casará con el Vagabundo ese mismo día y que lleva un manguito nuevo de piel de zorro. El Guardabosques declara entonces que eso es mejor que haberse encariñado con esta mujer. Pero ambos hombres se sienten derrotados. Al día siguiente, mientras paseaban, el Guardabosques se encuentra con una de las hijas de la Zorra, que se parece mucho a su madre. Entonces comprende que la zorra no está del todo muerta.
